viernes, 18 de junio de 2010

La misma piedra

La cena se enfriaba en la mesa. Se sentía ridícula. Recordaba muy vagamente cómo había perdido la ilusión de cocinar para alguien pero, ahora, esperando a Peter, se aseguraba a sí misma que había sido una decisión acertada.
Por un momento, se imaginó el placer de tirar con fuerza del mantel y la vajilla rompiéndose contra el suelo. La imagen le encantó aunque sabía que no era capaz de tanto. Con una sonrisa apenas perceptible, se acercó a la mesa , agarró las puntas del mantel e hizo un hatillo que dejó en el portal. Sobre él, una nota decía “Aquí tienes tu cena”.
Entró en el salón y colocó el jarrón sobre la mesa ahora vacía. Todo volvía a estar en orden.

Fragmento del libro "Que te aguante tu madre, Paco"

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