jueves, 9 de octubre de 2008

Control de acceso

El timbre sonó dos veces antes de que Sofía se levantara a abrir, con la laxitud matutina aún pegada a sus músculos. Era un hombre de unos 50 años, pelo cano y barba espesa, vestido con un mono beige con rayas rojas a los lados de las mangas, lo que le daba un aspecto de aviador de los 50.
- Buenos días, señorita. Vengo a instalarle el sistema de control de accesos que ha contratado usted.
Sofía sacudió con disimulo sus piernas alternativamente intentando que el sopor de la noche meditabunda, de sueño esquivo, se evaporase. Le dejó pasar mientras estiraba sus brazos.
- Bien, veamos. Usted quería que le informáramos sobre las alternativas. No sé si ha visto nuestro catálogo, pero contamos con varias posibilidades. El sistema más barato es el de control de huella digital, que puede ser por presión del dedo, o bien con un escaneado a distancia. La ventaja del escaneado es que puede evitar el contacto del dedo, algo que en ciertas situaciones agradecerá.
Sofía no pudo sortear una tenue sonrisa que intentaba no dejar asomar para mantener la pose de seriedad ante su interlocutor.
- ¿Y qué desventajas le ve usted a ese sistema?
- Yo no diría desventajas, pero dadas las especificaciones que nos hizo en su solicitud me temo que este producto podría quedarse un poco, ¿cómo decirlo? Corto para usted. Vamos, que no analiza tan profundamente las, ejem –el aviador carraspeó ligeramente- características que busca.
Sofía asintió levemente para invitarle a seguir. Un pequeño escalofrío se coló por su camiseta y la imagen de unas yemas huyendo de su piel le arrancó el calor que aún mantenía de las sábanas.
- Tenemos también el reconocimiento de iris, que detecta perfectamente ciertas patologías, pero que tiene un margen de error demasiado elevado para garantizar su seguridad.
- Yo pensaba que las miradas no mentían.
- Eso piensan muchos, señorita, pero los ojos saben engañar casi tan bien como las bocas. Y después tenemos el reconocimiento facial, que no le recomiendo porque a usted no le interesan los patrones físicos, por lo que veo en el impreso.
- Parece usted saber bien lo que necesito, así que dígame, qué sistema de control de accesos me recomienda.
El aviador sonrió y Sofía creyó ver que se le arrimaba un poco, acercando un folleto a sus manos casi imperceptiblemente, pero con una cierta firmeza. Observó la foto un momento y alzó la mirada hacia aquel hombre esperando que hablara.
- Pues bien, aquí tiene nuestra última novedad, el Hali 888, el sistema de control de accesos más versátil del mercado. Se basa en el control de aliento, un ligero hálito en la boquilla de apertura, y el detector le hará un informe completo sobre el perfil del presunto intruso.
Sofía echó la cabeza hacia atrás y entornó los párpados, una plúmbea ráfaga los arrastraba hacia abajo. De repente, se sentía muy cansada.
- ¿Y está seguro de que detectará perfectamente los sentimientos de verdad, que podrá encontrar lo profundo, sin etiquetas ni adornos?
El aviador la miró con los ojos muy abiertos y la boca ladeada.
- Señorita, le aseguro que con el Hali 888 ningún intruso se colará en su corazón.
(Fragmento del libro "Suso, hijo, deja los peces" publicado en MNB)