viernes, 12 de diciembre de 2008

Ella-She 2

Pasó el tiempo. Tanto que no podría determinar el momento del día en que, por fin, abrí los ojos. Su cara me sobresaltó. Unos ojos marrones (nunca he sabido describir unos ojos. Creo que es un enigma de la fisonomía humana), fijos sobre mí. Y su aliento embriagador y reconfortante. Intenté decir algo, pero me cerró la boca con un leve movimiento de su mano. Era una piel cálida, que desprendía una energía potente. Se puso en pie con cierta brusquedad y me hizo un gesto para que me levantase. Esta vez conseguí erguirme con cierta facilidad y, por primera vez, le contemplé desde una altura superior. Eso me produjo una extraña sensación de adquirir ventaja. Pero se desvaneció en cuanto mis ojos se encontraron con los suyos. Nuevamente, me encogí interiormente y me sentí por entero a su merced. Tenía en su faz dibujada una sonrisa burlona (como si hubiera seguido mis pensamientos y se regocijase ante mi delicada situación de dependencia). Echó a andar y me dispuse a ir tras sus pasos. Al llegar a la puerta, ella cruzó el umbral girándose levemente y haciendo un gesto con su mirada que no comprendí. Su sonrisa anterior había devenido en una amplia mueca de alegría, casi de risa. Cuando atravesé el quicio, unas manos firmes y frias me sujetaron y me izaron en vilo, mientras que otra me colocaba un paño en los ojos cegándome por completo. Es así como escuché su voz: "deshaceos de esa escoria". El pánico se apoderó por completo de mis sentidos y comencé a agitarme y a gritar, hasta que un golpe seco en la boca del estómago me dejó sin resuello y casi sin concimiento. Poco después mis captores me quitaron la venda, tras un interminable recorrido en la más absoluta oscuridad. Me ví suspendido en el vacío fuera de una terraza. Miré hacia abajo y pude observar una altura enorme hasta un suelo lleno de personas caminando y vehículos circulando.. Momentos después, casi sin darme tiempo a reaccionar empecé a descender a gran velocidad. Lo último que ví fue una fugaz imagen de ella, sentada, mientras un hombre inclinado le calzaba uno zapato en un pie desnudo.

Fragmento del libro : "te quiero más que a mi vida".

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