jueves, 17 de julio de 2008

Saúl

Desnudar ha sido siempre una palabra hermosa y demoledora, que asusta y enaltece, que envilece y dignifica.
Desnudar es despojarse de la ropa, pero también despojar a algo de lo que lo adorna, o incluso desprenderse de algo.
Por eso uno puede desnudarse de las pasiones y las emociones, o desnudar los altares, o desnudarse a sí mismo o desnudar a otro, que siempre es mucho más bello.
A mí, sin embargo, siempre me gustaba más la acepción de Saúl.
A veces venía a mí, con sus rizos rubios, tan parecido a mamá y tan poco a nosotros, con su piel clara y me extendía sus piececitos enfundados en aquellas playeras tan pequeñas y me decía: “¿me desnudas los cordones?”.
Yo nunca le corregía porque me llenaba de ternura y siempre me hacía reír, pero mamá le chivaba por detrás la corrección y él me miraba y musitaba bajito.
Yo pensaba para mí, sí, ahora mismo te los desnudo, y no podía evitar reírme.
Dedicado a Peio
(Fragmento del libro "sopas y sober, no va a poder ser")

2 comentarios:

  1. Con frecuencia, cuando los niños se rebelan con el lenguaje, nos revelan aspectos profundos y hermosos de la realidad.

    Personalmente, siento debilidad por "abrido", "rompido" y "decido (por dicho)", no digamos por "bolita con rabo" para referirse a la "a" o "soles" para referirse a los pechos.

    Aunque luego, de mayores, no lo recordarán, los niños van más allá. Son magos.

    Muy lindo.

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  2. A mí me gusta "no sabo", habitual de mi otro sobri, y su mejor expresión (o una de las mejores): "estoy enfadado pontigo". Pontigo es una palabra que la RAE debería admitir.

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A "leer" le sigue "escribir"