Desnudar ha sido siempre una palabra hermosa y demoledora, que asusta y enaltece, que envilece y dignifica. Desnudar es despojarse de la ropa, pero también despojar a algo de lo que lo adorna, o incluso desprenderse de algo. Por eso uno puede desnudarse de las pasiones y las emociones, o desnudar los altares, o desnudarse a sí mismo o desnudar a otro, que siempre es mucho más bello. A mí, sin embargo, siempre me gustaba más la acepción de Saúl. A veces venía a mí, con sus rizos rubios, tan parecido a mamá y tan poco a nosotros, con su piel clara y me extendía sus piececitos enfundados en aquellas playeras tan pequeñas y me decía: “¿me desnudas los cordones?”. Yo nunca le corregía porque me llenaba de ternura y siempre me hacía reír, pero mamá le chivaba por detrás la corrección y él me miraba y musitaba bajito. Yo pensaba para mí, sí, ahora mismo te los desnudo, y no podía evitar reírme. Dedicado a Peio (Fragmento del libro "sopas y sober, no va a poder ser")
jueves, 17 de julio de 2008
lunes, 7 de julio de 2008
Las estrellas de Tristán
Bajó las escaleras corriendo, como un torbellino, excitado. Era una noche de luna llena. Llevaba su jersey de lana azul, vaqueros, su linterna, un saco de tela y una pequeña bolsa de cuero.
- ¿Qué llevas ahí Tristán? - Preguntó levantando la mirada del lienzo.
- Es un polvo de hada muy especial -contestó muy serio mirando a su amada -, que va a ayudarme a conseguir tu regalo de cumpleaños.
Ana sonrió, Tristán la llenaba siempre de ternura cuando la miraba con aquellos enormes ojos negros y le contaba una de sus imaginadas historias.
- No tardes, no me gusta que salgas de noche. Ten cuidado.
"No hay problema", pensó. Conocía a la perfección los bosques en los que se había criado.
- Sí mi princesa - respondió divertido mientras la besaba en la mejilla y ella se ruborizaba. Siempre que la besaba lo hacía, desde la primera vez.
Cuando Ana acabó de limpiar los pinceles se dejó caer en el sofá. Se sirvió una copa de vino que degustó lentamente y puso música de fondo ("hurt" de Johnny Cash) antes de elegir las fotos de su próxima exposición.
Escuchó la puerta y a Tristán.
- Prométeme que no vas a mirar - dijo antes de darle tiempo a girarse-, ¡cierra los ojos!
-¿Pero qué...?
- No seas petarda, ciérralos.
- Está bien...¿vas a tardar mucho?
- No, ya está. Ábrelos, éste es tu regalo.
Abrió los ojos. El salón estaba a oscuras pero encima de la mesa, suspendido en el aire, había un objeto no más grande que una manzana que despedía una tenue pero cálida luz. Se quedó paralizada y se llevó una mano a la boca mientras las lágrimas empañaban sus ojos.
- Te dije la primera vez que te vi que te regalaría una estrella. Y aquí está.
Ana se giró, le abrazó y besó definitivamente, para siempre, con la certeza de amar al hombre más extraordinario del mundo.
Pero Tristán no trajo una sola estrella, sino tres. Cómo lo hizo, un misterio".
(Fragmento del libro "Qué guapa te pones cuando compones" publicado en MNB).
- ¿Qué llevas ahí Tristán? - Preguntó levantando la mirada del lienzo.
- Es un polvo de hada muy especial -contestó muy serio mirando a su amada -, que va a ayudarme a conseguir tu regalo de cumpleaños.
Ana sonrió, Tristán la llenaba siempre de ternura cuando la miraba con aquellos enormes ojos negros y le contaba una de sus imaginadas historias.
- No tardes, no me gusta que salgas de noche. Ten cuidado.
"No hay problema", pensó. Conocía a la perfección los bosques en los que se había criado.
- Sí mi princesa - respondió divertido mientras la besaba en la mejilla y ella se ruborizaba. Siempre que la besaba lo hacía, desde la primera vez.
Cuando Ana acabó de limpiar los pinceles se dejó caer en el sofá. Se sirvió una copa de vino que degustó lentamente y puso música de fondo ("hurt" de Johnny Cash) antes de elegir las fotos de su próxima exposición.
Escuchó la puerta y a Tristán.
- Prométeme que no vas a mirar - dijo antes de darle tiempo a girarse-, ¡cierra los ojos!
-¿Pero qué...?
- No seas petarda, ciérralos.
- Está bien...¿vas a tardar mucho?
- No, ya está. Ábrelos, éste es tu regalo.
Abrió los ojos. El salón estaba a oscuras pero encima de la mesa, suspendido en el aire, había un objeto no más grande que una manzana que despedía una tenue pero cálida luz. Se quedó paralizada y se llevó una mano a la boca mientras las lágrimas empañaban sus ojos.
- Te dije la primera vez que te vi que te regalaría una estrella. Y aquí está.
Ana se giró, le abrazó y besó definitivamente, para siempre, con la certeza de amar al hombre más extraordinario del mundo.
Pero Tristán no trajo una sola estrella, sino tres. Cómo lo hizo, un misterio".
(Fragmento del libro "Qué guapa te pones cuando compones" publicado en MNB).