Ahora, mientras me estás torturando, cierro los ojos para evadir el dolor e intento mitigarlo. No quiero vivir en la oscuridad y por eso pienso en lo que me gusta de ti. Pienso en por qué a veces sonrío sólo con verte. Por qué con una mirada puedes elevarme o hacerme sentir como un pedacito de perdida inmensidad.
Me gusta cómo bailas en el coche, moviendo los brazos extendidos sobre el volante mientras canturreas con los labios apretados, y yo abro los ojos con el gesto asustado de que no lo sueltes. Pero deseando que no dejes de cantar, ni de sonreír, ni de disfrutar. Me gusta cómo posas tu mano, tan grande, sobre mi mejilla, con esa mezcla de pena, de culpa, de ternura y un cierto amor lejano, esquivo y escondido. Me gusta cómo me miras a veces de lejos, de arriba abajo, en un barrido apenas reconocible, mientras te muerdes imperceptiblemente el labio. Me gusta el peso rotundo de tu cuerpo sobre mí, que casi aplastes tu piel hasta que la mía desfallece. Ahogándome en un pozo intangible que permanece hasta en tu ausencia, el ahogo de tu sudor y el mío. Y esa mirada. Y esa forma de mirarme, sólo alguna vez. Me gustan esos guiños públicos que sólo yo entiendo. Y tu sonrisa. Y esas lágrimas, no por tu sufrimiento, sino por sacarlo ante mí. Y me gusta, mucho, ese mordisco en el cuello.
Y cuando cierro los ojos en medio de la tortura para intentar olvidar el dolor, sólo espero que no desaparezca antes de que dejes de torturarme. Y que tu ilusionamiento llegue antes que mi desencanto y antes de que deje de sentir dolor. Y mucho antes de que deje de cerrar los ojos… para evitarlo.
Fragmento del libro " Damian, deja de barrenar que tenemos visita "
Me gusta cómo bailas en el coche, moviendo los brazos extendidos sobre el volante mientras canturreas con los labios apretados, y yo abro los ojos con el gesto asustado de que no lo sueltes. Pero deseando que no dejes de cantar, ni de sonreír, ni de disfrutar. Me gusta cómo posas tu mano, tan grande, sobre mi mejilla, con esa mezcla de pena, de culpa, de ternura y un cierto amor lejano, esquivo y escondido. Me gusta cómo me miras a veces de lejos, de arriba abajo, en un barrido apenas reconocible, mientras te muerdes imperceptiblemente el labio. Me gusta el peso rotundo de tu cuerpo sobre mí, que casi aplastes tu piel hasta que la mía desfallece. Ahogándome en un pozo intangible que permanece hasta en tu ausencia, el ahogo de tu sudor y el mío. Y esa mirada. Y esa forma de mirarme, sólo alguna vez. Me gustan esos guiños públicos que sólo yo entiendo. Y tu sonrisa. Y esas lágrimas, no por tu sufrimiento, sino por sacarlo ante mí. Y me gusta, mucho, ese mordisco en el cuello.
Y cuando cierro los ojos en medio de la tortura para intentar olvidar el dolor, sólo espero que no desaparezca antes de que dejes de torturarme. Y que tu ilusionamiento llegue antes que mi desencanto y antes de que deje de sentir dolor. Y mucho antes de que deje de cerrar los ojos… para evitarlo.
Fragmento del libro " Damian, deja de barrenar que tenemos visita "
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