lunes, 9 de junio de 2008

Miradas

Fui transparente a tu mirada durante casi toda una vida. Nos conocíamos desde la guardería. Ya entonces me mirabas con esos ojos negros que hacían desaparecer el mundo, anudaban mi estómago y cortaban mi respiración. Una vez me miraste durante un minuto y sus sesenta segundos y estuve una semana pálido como la leche, tanto que mi madre pensó que me había vuelto albino.
Acompañe a esos ojos en el colegio, el instituto, la universidad.....si recorro este camino tan rápido es porque tus ojos no eran mios, eran de otros. Pese a ello nuestra amistad continuaba silenciosa, nacida en el inicio de los tiempos, amistad de alma, remota.
Sin embargo, un día, el de tu 33 aniversario, tus ojos me miraron. Como aquella vez en la guardería. Pero esta vez se quedaron en mí. Fui absolutamente feliz durante un día.
Al día siguiente cesé actividad (un desacuerdo con el destino, me morí vamos). No lloraste, no dijiste nada. Viniste a despedirte vestida de negro, con un velo de amistad viuda. Tus ojos seguían siendo mios y, lejos de apagarse o entristecerse o llorar, me dieron el beso de despedida más maravilloso de todos los tiempos y de todo el universo. Y me lo llevo, para siempre"

(Fragmento del libro "Sábado noche en el Marzana, ¿hay un sitio mejor en el mundo?" publicado en MNB)

2 comentarios:

  1. Me gusta el relato por la contundencia de su romanticismo, porque sea romántico sin disimulos ni complejos. Nada tan romántico como aunar amor y muerte. Y qué estupendo que hayas sido capaz de incluir, entre tanto lirismo, pildoritas de sentido del humor.

    Me quedo también con el tesoro lingüístico que representa el "me morí"; otros coleccionan libros franceses del primer cuarto del XVIII, yo colecciono textos que incluyan "me morí", que son, hablo en serio, mucho más difíciles de encontrar.

    ¿Por qué 33?. Suena cabalístico. No es casual, seguro.

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A "leer" le sigue "escribir"